Seguramente que los usuarios bancarios hayan escuchado alguna vez lo que son los créditos preconcedidos, pero tengan claro que son. Especialmente por si en algún momento de su vida los necesitan para sufragar sus gastos, o sencillamente para dotarse de una línea de liquidez. Pues bien, son los que ya tienen adjudicados los clientes. No necesitan demandarlos, ni que se les concedan. Los tienen ya adjudicados, por diferentes motivos. Fundamentalmente por un historial bancario impecable, y que a entender de los bancos, se han hecho merecer con este servicio.
Generalmente no conlleva un importe muy amplio, establecido para importes entre 1.000 y 5.000 euros, que podrán obtener sin previos requerimientos. Con unos tipos de interés en consonancia con los que marca el sistema bancario, en torno al 9%, aunque en algunas propuestas muy puntuales pueden ser rebajados en unas pocas décimas.
La flexibilidad es otra de sus principales aportaciones, ya que están adaptados al perfil de cada cliente. Y que en cualquier caso, se comercializan sin ninguna clase de comisión u otros gastos administrativos. Y pueden obtenerse en cualquier momento, disponiéndolos casi al instante, a través de las sucursales bancarias, pero también desde los cajeros automáticos.
Es una recompensa que los bancos ofrecen a sus mejores clientes, y puedan utilizar esta vía de financiación para pagar sus impuestos, el colegio de los niños, la compra de electrodomésticos, o cualquier gasto no previsto. No hay limitaciones en cuanto a la finalidad de estos créditos tan especiales.
No se pueden demandar, sino que les son otorgados por los propios bancos. Son éstos los que tienen la decisión de su concesión, en función de las variables que presenta el cliente. Por todo ello, se diferencian de otros créditos más o menos convencionales, tanto por su estructura, como por la forma de concesión. Y que supone una nueva alternativa para los particulares que quieran dotarse de una cierta liquidez en los próximos meses.
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