Si siempre es difícil la formalización de
una línea de crédito, mucho
más lo es para las personas mayores de 60 años, muchas de ellas en situación de
jubilación, pero con innegables necesidades que requieren de una financiación
rápida y personal.
Las posibilidades que que le concedan un
crédito se reducen sensiblemente. Y a no ser que su vinculación con el banco sea mayor,
a través de la contratación de otros productos bancarios (planes de pensión, seguros, depósitos
a plazo, fondos de inversión, etc.), les será mucho más difícil conseguirlo, y
con todas las cartas en la mano para que la solicitud sea rechazada.
Otra ventaja para generar este objetivo es
ser titular de una cuenta en donde tenga domiciliada su nómina o pensión. Y en
cualquier caso, siempre bajo importes no muy exigentes, que generalmente no
sobrepasan la barrera de 20.000 euros. Aunque eso sí, si cumplen los
requisitos mencionados, podrán suscribirlos con unas mejores condiciones en su
contrato. En torno a uno o dos
puntos porcentuales con respecto a las vías de financiación más tradicionales que tienen como destinatarios a los
clientes más jóvenes.
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