Cada
vez está más en boga el concepto de banca ética para alcanzar un mundo más
justo y ser consecuente con nuestros valores. ¿Pero realmente sabemos lo que
esto significa? Se la conoce como el conjunto de entidades bancarias que
se dedican a la actividad económica
basada no en la especulación, y si en fomentar proyectos sociales, y que en
cualquier caso está apartada de los circuitos tradicionales de la banca
comercial. Desarrollan productos y servicios que están vinculados a iniciativas
o actividades que implican una rentabilidad social: desarrollo del comercio
justo, colaboración con organizaciones no gubernamentales, defensa del ser
humano, e incluso iniciativas medioambientales.
Pero no conviene confundirla con
aquellos productos que vienen desarrollando las entidades de crédito
convencionales, que pueden regirse en sintonía con estos parámetros sociales, y
que se plasman en fondos de inversión y tarjetas, principalmente. En este caso
estamos hablando de productos bancarios
solidarios, pero que no parten desde una concepción ética de las entidades,
sino que sencillamente se desarrollan para buscar un bien social, como fórmula
para abarcar nichos de negocio alternativos.
Frente al idealismo de los
principios de la banca ética surge una serie de inconvenientes que es
conveniente valorar para que los clientes decidan si les merece la pena o no
ser partícipes. Para empezar disponen de unos diseños menos competitivos, y cuya oferta no reside en las condiciones
favorables de su contratación, sino en la filosofía de sus proyectos. El
hecho, por otra parte, de no estar supeditados a movimientos especulativos de
los mercados les resta atractivo ante al ahorrador medio, que prefiere buscar
unos diseños que le proporcionen mejor rentabilidad, o cuando menos conlleven
una serie de servicios adicionales que mejore su relación con los bancos.
¿Hay bancos que cumplen con estos objetivos?
Muchos usuarios se plantean esta
pregunta frecuentemente, unos a nivel informativo, y otros por su afán de verse
involucrados en estos proyectos y ser consecuentes con sus valores. Pues bien,
este segmento bancario todavía está sin desarrollar, y de momento – a nivel
nacional – se limitan a unas pocas
entidades que cumplen con estos objetivos sociales, lanzado una serie de
iniciativas para que la ética en el sector bancario sea una realidad. La
práctica totalidad de las entidades no cumplen con estas expectativas, pero
siempre podrá encontrarse con modelos de negocios que si la aceptan, y entre
los cuales destacan las siguientes entidades:
Banco Triodos (https://www.triodos.es/es/particulares): es la más
conocida a nivel nacional, y que con mayores recursos acoge a los usuarios que
desean involucrarse en el cumplimiento de sus objetivos sociales. Desarrolla,
al igual que los bancos tradicionales, todo
tipo de productos financieros: depósitos, tarjetas, cuentas, y hasta hipotecas.
Pero su diferencia reside en que se confeccionan bajo unos parámetros muy
estrictos de rentabilidad social, al ampararse en proyectos que buscan
sostenibilidad, beneficio social o que repercutan en la población más
desfavorecida.
Fiare (http://www.fiarebancaetica.coop):
se
constituye como una
herramienta al servicio de la transformación social a través de la financiación
de proyectos de economía social y solidaria y la promoción de una cultura de
intermediación financiera, bajo los principios de la transparencia, la
participación, la democracia y el crédito como derecho. Una de sus principales
aportaciones es la concesión de microcréditos
a personas y áreas geográficas necesitadas, y que no pueden acudir a otras
vías de financiación.
Más allá de estas entidades, es
difícil encontrar otras que cumplan con objetivos sociales, y habrá que
recurrir a países en donde estos modelos de negocio se han instalado, si no de
forma mayoritaria, sí que al menos satisfactoriamente para cumplir con la
demanda de los clientes que buscan un modelo más solidario para realizar sus
principales operaciones financieras.
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