En
un mundo donde la contaminación está presente ininterrumpidamente, la economía
cada vez se ve más obligada a un cambio radical, y ya no solo por la gran
inversión que se destina a medios contaminantes como, por ejemplo, los coches,
sino también por la necesaria remodelación del metaproceso energético.
Esto último se refiere al proceso por el cual se obtiene la energía que “mueve
el mundo” y también la empleada para conseguir los distintos objetos y
materiales que nos rodean en el día a día. En definitiva, coches, móviles,
ordenadores, televisores… todos ellos son susceptibles de ser modificados en
base a este modelo económico.
La
economía circular es planteada como un sistema que aprovecha los recursos de
una forma totalmente eficiente, haciendo así que prevalezca el lema
“reducir, reutilizar, reciclar”. Por ejemplo, a la hora de aplicar este
modelo a un teléfono móvil, todas sus partes útiles y contaminantes serían
separadas para que se puedan usar y desechar de una forma sostenible. Por ende,
la continuidad y la vitalidad de los aparatos se prolongan de manera infinita.
¿Cómo
afecta este modelo económico a la situación actual? Además de lo que hemos
mencionado anteriormente, a la ya conocida obsolescencia programada, la
cual promueve el “usar y tirar” para todo tipo de artículos, los cuales son
programados (en el caso de los objetos electrónicos) para que dejen de
funcionar en un tiempo estipulado. Pero afecta principalmente al panorama
industrial en lo que al ahorro monetario se refiere, pues al tener como una
máxima el “reducir, reutilizar, reciclar”, los costes de producción de las
materias serán menores, algo que permite llevar a cabo nuevos proyectos
empresariales y crear mucho más por mucho menos.
Este
modelo de economía circular ha calado tanto en la economía actual que los
distintos gobiernos mundiales que apuestan por la sostenibilidad han decido
apostar por nuevas medidas en pos del cuidado del planeta: la promoción del uso
de coches eléctricos, así como la creación de un conjunto bastante amplio de
estaciones de recarga para los mismos en unos pocos años; la entrada y
circulación controlada de vehículos de gasolina en capitales como Madrid o
Londres; creación de carriles-bici y un largo etcétera.
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